Desde galletas fortificadas hasta un tazón de arroz y lentejas, los almuerzos escolares sencillos son clave para mantener a los niños alimentados en todo el mundo.
Pero la pandemia del COVID-19 ha provocado que los gobiernos cierren las escuelas, de manera inadvertida interrumpiendo los programas de alimentación escolares. Las agencias de Naciones Unidas recientemente reportaron que 39 mil millones de comidas escolares se han desaprovechado como resultado, cada comida representa a un niño que no pudo obtener nutrientes esenciales durante ese día. De los 1.3 mil millones de niños desplazados de los salones de clase, cerca de 370 millones dependían de las comidas escolares.
“Perder las comidas escolares nutritivas pone en riesgo el futuro de los millones de niños más pobres, arriesgamos perder toda una generación”, afirmó en una declaración David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos. “Para muchos, la comida nutritiva que tienen en la escuela es el único alimento que reciben en todo el día”.
Las interrupciones de los programas de comida escolares, incluso por una semana, tienen consecuencias profundas para los niños que necesitan dietas nutritivas y balanceadas para crecer y alcanzar su potencial. Sin la intervención urgente, los niños enfrentan riesgos de salud serios. Y no están solos. Los cierres de las escuelas solo representan una de las maneras en las cuales la pandemia ha empeorado la crisis alimenticia global.
¿Cómo vamos a erradicar la crisis de hambre mundial?
Los países deben enfocarse en producir más comida en menos tierra para alimentar a una población en ascenso y adaptarse al cambio climático, además de ayudar también a que las personas tengan acceso a dietas nutritivas para superar la crisis de malnutrición.
Esto puede realizarse invirtiendo en los pequeños agricultores, regenerando el suelo en todo el mundo, construyendo resiliencia climática en los sistemas agrícolas, promoviendo y otorgando subsidios para las cosechas que son más nutritivas, y ofreciendo apoyos financieros más grandes a aquellas personas que viven en la pobreza.
3 cosas que debes saber sobre el hambre global
El Programa Mundial de Alimentos estima que el número de personas que necesita con urgencia ayuda alimenticia se ha duplicado desde el comienzo de la pandemia a 270 millones. En Latinoamérica y el Caribe, el número de personas que necesita asistencia alimenticia se ha cuadruplicado. Cerca de 55 millones de personas en 7 de los países más afectados actualmente enfrentan condiciones semejantes a la hambrina, según Oxfam.
“Incluso hambruna a corto plazo puede tener un impacto devastador a largo plazo en un país e impedir su progreso económico durante generaciones”, reportó Oxfam. “Las personas afectadas por hambre crónica y malnutrición enfrentan consecuencias de por vida que comienzan en la niñez, como enfermedades más frecuentes, desempeño escolar pobre, la repetición de cursos o el abandono escolar total, una productividad deficiente en el trabajo e ingresos más bajos de por vida. Estadísticamente es más probable que vivan en la pobreza para siempre”.
En términos generales, 3 mil millones de personas a nivel global no tienen acceso a una dieta saludable, incluyendo más de la mitad de la población en áreas como África subsahariana. Cerca de 2 mil millones de personas en Asia y el Pacífico no pueden costear una dieta saludable porque es demasiado cara a aproximadamente $4.15 dólares estadounidenses al día.
Cómo el hambre mundial afecta a las personas en todo el mundo
Durante los años que antecedieron a la pandemia, la crisis de hambre global fue recrudeciendo de manera constante por los conflictos en curso, los impactos crecientes del cambio climático, los sistemas alimenticios disfuncionales, los programas de bienestar desgastados y la economía global desenfrenada que desplazó gente de sus tierras, los despojó de sus formas tradicionales agrícolas de subsistencia e incrementó el costo general de la comida.
La pandemia del COVID-19 intensificó estas tendencias. Cuando los gobiernos comenzaron a aprobar los confinamientos para reducir la propagación del virus, los efectos dominó fueron inmediatos.
Los sistemas de comida comenzaron a tambalearse en muchos países de ingresos bajos debido a que los trabajadores ya no podían ir a trabajar a los campos agrícolas y los agricultores tampoco podían vender sus cosechas en los mercados por la implementación de la distancia física. La eliminación repentina de sectores enteros de la economía significó un incremento en el desempleó en todo el mundo, lo que causó que los niveles de ingresos decayeran y que las remesas disminuyeran. Esta pérdida de ingreso posteriormente implicó que las personas ya no pudieran costear comida.
En los países sin una ayuda gubernamental adecuada, había una escasa red de asistencia para proteger a las personas que comenzaron a padecer. En Yemen, una encuesta al principio de la pandemia encontró que 62% de los entrevistados no podían costear comida y agua. En Estados Unidos, la gente esperaba en filas de millas de largo para los bancos de comida. En las favelas de Brasil, muchas personas aún tienen que recibir estipendios gubernamentales de emergencia.
La malnutrición y la desnutrición mina la salud de una persona cuando golpean. Pero en el contexto del COVID-19, estas condiciones se vuelven aún más perjudiciales. Las personas con deficiencias de nutrición crónicas tienen sistemas inmunes debilitados que los exponen a infecciones más severas y debilitantes.
Conforme las vacunas se emplean contra el COVID-19, los países arriesgan regresar a la situación existente fallida si fracasan en crear paquetes de recuperación que aborden crisis múltiples a la vez. Sin intervenciones urgentes, la crisis alimenticia global empeorará en los próximos meses y años, amenazando la vida de cientos de millones de personas.
Por eso es que Global Citizen exhorta a los líderes del mundo a invertir en sistemas de alimentación domésticos e internacionales para garantizar que el hambre global pueda ser erradicada junto con el virus del COVID-19. En un futuro inmediato, gobiernos donantes y países en desarrollo deben invertir $10 mil millones de dólares en programas de protección social, agricultura, desarrollo rural y sistemas de comida.
Cómo podemos terminar con el hambre mundial
Take-home ration distribution at Kakamar Primary School, July 2020. The Government of Uganda and the WFP are distributing food rations to children in the Karamoja region in Uganda to support home-learning while schools remain closed due to the COVID-19.
Take-home ration distribution at Kakamar Primary School, July 2020. The Government of Uganda and the WFP are distributing food rations to children in the Karamoja region in Uganda to support home-learning while schools remain closed due to the COVID-19.
Hay suficiente comida en el mundo para erradicar el hambre y, al mismo tiempo, el sistema alimenticio global puede transformarse para producir una mayor cantidad de comida más sana.
Esto quiere decir sobre todo que la crisis de hambre global tiene que ver con decisiones políticas, en concreto con la decisión de asignar recursos e ingresos de manera demasiada injusta. La pandemia del COVID-19 ha ilustrado crudamente estas desigualdades: ya sea la acumulación extrema de riqueza de los multimillonarios durante el año pasado o cómo los países más pobres han sido sistemáticamente excluidos del acceso a las vacunas.
Al revelar estas injusticias, la pandemia también muestra cómo éstas puede abordarse y superarse. En los próximos meses, los países tienen la oportunidad de romper con la vieja situación existente para transformar el sistema alimenticio global y la economía con el fin de erradicar el hambre de una vez por todas.
De manera más inmediata, debe distribuirse comida y dinero en efectivo entre las comunidades más vulnerables del mundo para garantizar que éstas puedan obtener suficiente comida para alimentarse durante la pandemia. A través de su Recovery Plan for the World, Global Citizen exhorta a los gobiernos a apoyar la labor del Programa Mundial de Alimentos que provee comidas escolares a estudiantes y provee transferencias directas de dinero en efectivo.
Estos esquemas de bienestar deben incorporarse en programas permanentes para que la gente en todas partes del mundo siempre pueda tener acceso y costear comida nutritiva.
Los países con grandes poblaciones rurales también deben garantizar que los pequeños agricultores puedan dedicarse a la agricultura de manera productiva. Un sinnúmero de agricultores en el mundo luchan por aprovechar el potencial total de sus tierras y obtener ganancias justas de su trabajo. Por ello es que Global Citizen insta a los líderes mundiales a contribuir a la reposición del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) para que de este modo pueda ayudar a los agricultores a superar los impactos del clima, obtener más ganancias y expandir sus empresas.
Lo anterior conduce al problema más grande de los sistemas y las cadenas de suministro de comida en general. Los incentivos de mercado actuales han distorsionado la producción de comida de una manera que exacerba el cambio climático y deja a las comunidades con pocas opciones de comida nutritiva.
En los próximos años, la agricultura tiene que distanciarse de su dependencia en la ganadería y los cultivos comerciales que causan la deforestación extensa, el agotamiento de los recursos del agua y la degradación del suelo, y en su lugar abrazar formas de agricultura más sostenibles que maximicen la cantidad de calorías producidas por hectárea, además de permitir que el medio ambiente global a su vez se regenere.
Para 2050, se espera que la población global ascienda a 10 mil millones de personas y todas necesitarán alimentos nutritivos y adecuados. El planeta no podrá sostener una expansión del sistema alimenticio actual para asistir este incremento. Como resultado, los países ahora deben con seriedad limitar las emisiones de gases de invernadero y el uso de la tierra del sector agrícola. De otro modo, la crisis climática empeorará, lo que hará aún más difícil el cultivo de comida.
Hay soluciones claras que pueden implementarse, incluyendo la eliminación del desperdicio de comida, promover dietas a base de plantas, la reducción progresiva del uso de bio-energía y el mejoramiento del rendimiento de los cultivos. Estos esfuerzos deben situarse dentro de esquemas más grandes de justicia y solidaridad internacional, de otro modo la competencia por los recursos conducirá a la disminución de recursos para todos.
La pandemia del COVID-19 ha mostrado la naturaleza interrelacionada del mundo: un virus que surgió en una parte del mundo con rapidez abrumó a países a miles de kilómetros de distancia. Lo que con frecuencia dejamos pasar por alto es que la pandemia del COVID-19 probablemente surgió debido a la naturaleza disfuncional de los sistemas alimenticios globales, la pérdida de hábitat y la caza furtiva de animales, el patógeno quizá nunca habría brincado especies.
El viejo sistema alimenticio nos ha fallado de muchas maneras. Ahora es tiempo de forjar un nuevo modelo, uno que mantenga la salud del planeta y permita que todos coman comida nutritiva.
Traducción de Adam Critchley