Por Greg Cormier, líder del equipo de las Américas para la respuesta humanitaria, de Mercy Corps.
El número de personas infectadas por coronavirus se ha triplicado en América Latina y el Caribe durante el mes pasado, superando los 2 millones de casos, una parte importante de los más de 10 millones de casos a nivel global.
Si bien, el Caribe hasta el momento se ha librado del contagio a gran escala que hemos presenciado en otros puntos críticos en la región, el cierre al turismo ha causado estragos en la economía. A medida que el turismo empieza a reabrirse y se lucha para contener el COVID-19, otra amenaza está presente: la temporada de huracanes.
La National Oceanic and Atmospheric Administration de Estados Unidos recientemente divulgó su pronóstico para la temporada de huracanes en el Atlántico en 2020, al predecir una temporada fuera de lo normal con entre tres y seis huracanes importantes (categoría 3 o más alta) de manera probable.
El Banco Interamericano de Desarrollo afirmó que no existe un precedente histórico para predecir el impacto económico del coronavirus en la región, sin embargo, advierte que un declive de 75% en el turismo en los próximos seis meses conducirá a declives de dos dígitos en el crecimiento económico para las Bahamas, Barbados y Jamaica. Los impactos combinados del COVID-19, las pérdidas por huracanes y el cierre al turismo y a la industria de cruceros serán catastróficos, retrasando los logros de desarrollo durante muchos años.
En las Bahamas, los esfuerzos de reconstrucción en las islas de Abaco y Grand Bahama, devastadas por el huracán Dorian de categoría 5 en septiembre del año pasado, son lentos y en algunas zonas aún no han comenzado. Los residentes todavía no tienen agua potable fluyendo a través de sus tuberías y dependen del suministro que proveen organizaciones como Mercy Corps. En Puerto Rico, donde el huracán María causó una devastación desmesurada en 2017, meses de actividad sísmica han obligado a miles de personas a abandonar sus hogares. En Haití, las protestas y los disturbios civiles paralizaron al país el otoño pasado, causando niveles de emergencia de inseguridad alimentaria a 3 millones de personas.
Además de enfrentar estos retos, autoridades del gobierno, funcionarios de salud y grupos de ayuda luchan para prevenir la propagación del COVID-19, canalizando recursos limitados, que de otro modo se destinarían para enfrentar los huracanes, a la respuesta contra el virus.
Esta época del año, muchos equipos de respuesta de emergencia en el Caribe participan en la simulación y en ejercicios de preparación, tales como capacitación en búsqueda y rescate y práctica de sistemas de alerta para huracanes. Con el distanciamiento social y los esfuerzos de cuarentena, los gobiernos y equipos de respuesta necesitan reimaginar estos ejercicios básicos.
Las cadenas de suministro a nivel global enfrentan dificultades ya que la demanda de provisiones de material de salud se ha disparado. Los retos para tener acceso a artículos como productos higiénicos y suministros médicos perjudicarán las preparaciones para una respuesta ante un huracán.
Si un huracán importante llega y el virus aún no se ha contenido, los resultados podrían ser catastróficos.
Debido a las medidas de distanciamiento físico, es probable que no se utilicen los centros comunitarios que por lo regular albergan a las personas afectadas por un huracán. Así mismo, la distribución de comida y agua podría ser tan lenta como para no llegar a la gente como se debe.
Es casi seguro que la logística y las cadenas de suministro se vean aún más limitadas por los daños de un huracán, amenazando la vida de las personas que necesitan cuidados médicos y equipo para luchar contra el COVID-19, y las vidas de las personas con lesiones y crisis sanitarias causadas o exacerbadas por un huracán.
Ahora es el momento de prepararse. Mientras de manera simultánea contienen y responden al COVID-19, los países del Caribe deben tomar medidas esenciales para asegurarse de que están preparados para lo que viene. Los estados en la costa este de Estados Unidos y el Golfo de México deben seguir el ejemplo.
Asimismo, los gobiernos tienen que educar a los ciudadanos sobre los efectos del COVID-19 y la importancia de las preparaciones ante un huracán, utilizando la televisión, la radio, SMS y otros medios. En Haití, los Mercy Corps están adaptando nuestra plataforma de alerta de huracanes para llegar a más de 1.5 millones de haitianos con información sobre el coronavirus a través de SMS, mensajes de voz y campañas comunitarias. En Puerto Rico, hemos otorgado becas a organizaciones locales para llevar a cabo campañas de concientización comunitaria.
También es importante que los gobiernos trabajen con organizaciones locales e internacionales para desarrollar planes de acción y escenarios de respuesta de emergencia, especialmente para las comunidades más vulnerables y remotas, que tienen acceso limitado a los servicios públicos y con frecuencia son las últimas en recibir ayuda después de un desastre. Hemos visto una y otra vez que aun cuando se trate de un reto, enfocarse en las familias marginadas y en zonas de difícil acceso durante una respuesta de emergencia es fundamental, para la capacidad de resiliencia de una comunidad.
Las infraestructuras de comunicación deben mejorarse e implementarse los planes de apoyo para asegurarse de que en caso de que las torres de teléfonos celulares e Internet sean afectados, los ciudadanos puedan comunicarse aún con sus seres queridos, acceder a los servicios de emergencia y recibir información fundamental a través de métodos alternativos como radios de radioaficionados. El agua y los servicios de saneamiento deben ser mejorados y preservados para garantizar que operan después de un huracán, en particular si el virus todavía sigue propagándose.
Con la atención global enfocada en el COVID-19, es fundamental que las agencias de Naciones Unidas, el Banco Interamericano de Desarrollo y países donantes ayuden a los gobiernos y a la gente del Caribe a prepararse para el peor escenario. Las reservas de ayuda y las cadenas de suministro necesitan adecuarse y estar listas para una movilización. Debe implementarse financiamiento para un riesgo de desastre, incluyendo préstamos favorables y subvenciones.
El Fondo Monetario Internacional ya ha cancelado seis meses de pagos de deuda de 25 de los países más pobres del mundo, incluyendo Haití. Las empresas del sector privado que por lo regular redoblan esfuerzos para apoyar una respuesta ante un huracán deben priorizar el proveer fondos flexibles para permitir que las organizaciones de ayuda sean más receptivas y adaptables.
Un huracán en medio de una pandemia es un escenario de terror, y para la mayor parte del Caribe, es un escenario muy probable. Las partes interesadas a nivel local, nacional e internacional deben redoblar esfuerzos ahora para asegurarse de que estamos listos.