Carlos Acosta, de 26 años, es doctor residente. Nació y creció en Bogotá, Colombia, y ha estudiado y trabajado en Brasil.
También es candidato a la maestría en Salud Pública en Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, miembro de la Youth Coalition for Sexual and Reproductive Rights, y Presidente de la Global Surgery Network (IniSioN) en Brasil.
Este mes del Orgullo Gay, camparte sus experiencias sobre la discriminación e injusticia contra la comunidad LGBTQ+ para acceder a la salud de calidad y hace un llamado para que se conforme un mundo post-COVID-19 más justo.
Nací y crecí en Bogotá, Colombia, y he vivido, estudiado y trabajado en Brasil durante varios años. Durante mi adolescencia, solía temer a la necesidad de ir a un centro de salud. En aquel entonces, creía que la razón principal por la que me podrían enviar era para “terapia de conversión para que deje de ser gay”.
A partir de la inclusión por parte de Brasil de los servicios de asistencia médica para el VIH en los ochenta hasta la primera representación de la población LGBTQ+ en su Consejo Nacional de Salud en 2006, se han dado avances importantes en los derechos para la salud de la comunidad LGBTQ+ en el país y en América Latina. Sin embargo, aún hay mucho camino por recorrer.
Es inaceptable que la comunidad siga cargando con el lastre de las desigualdades en la salud y sufra prejuicios, discriminación y violencia que compromete su bienestar.
En toda América Latina, los hombres gay jóvenes y las mujeres transgénero son vulnerables en particular. Una investigación reciente de la Red Regional de Información sobre Violencia LGBTI en América Latina y el Caribe reveló que por lo menos 1,300 personas LGBT+ han sido asesinadas en la región en los últimos cinco años, y que el 90% de estos asesinatos ocurrieron en Colombia, México y Honduras.
La mayoría de las víctimas eran hombres menores de 25 años. En Colombia y Perú, las medidas de cuarentena por la pandemia que permitían a los hombres salir ciertos días y a las mujeres otros expuso a las personas trans y no-binarias a un sin número de ataques crueles.
Como ha sido el caso durante décadas, lograr asistencia médica inclusiva se siente como un acto de desafío más que como un derecho humano garantizado. A pesar de la evidencia que muestra que las vulnerabilidades de la salud de los pacientes LGBTQ+ son complejas, he tenido la experiencia de ver cómo los estereotipos son inherentes a nuestros modelos de salud.
Apenas en un turno reciente un doctor adjunto me contó que solicitó la realización de una prueba de VIH para un paciente de identidad LGBTQ+, sin ninguna discusión previa acerca del historial sexual de dicho paciente. No es la primera vez que he presenciado intercambios entre proveedores y que los pacientes LGBTQ+ seamos reducidos a nuestras prácticas sexuales y pruebas de VIH sin fundamento.
A medida que los líderes comiencen la reconstrucción después de la pandemia del coronavirus, es fundamental que intensifiquen esfuerzos para incrementar la concientización sobre las injusticias que enfrentamos como comunidad. Existimos y existiremos.
El primer paso en este camino es saber que la mayoría de los sistemas de salud se crearon basándose en puntos de vista heterosexuales. Desde la educación médica hasta los recursos en los hospitales, hubo poca o nada de representación de la comunidad LGBTQ+ en la toma de decisiones sobre lo que debería implicar la atención médica LGBTQ+.
Necesitamos citas de ratificación, una educación sexual completa y un entendimiento más amplio de las necesidades de un paciente LGBTQ+, pero esto debe estar integrado en concertación con la comunidad.
Tanto la educación como la capacitación culturalmente sensible para los trabajadores de la salud juegan un papel fundamental al afrontar estigmas y apoyar a los médicos para que brinden la forma correcta de asistencia a estas poblaciones. Durante mucho tiempo, el discurso público ha perpetuado estigmas sobre las personas LGBTQ+ y sus vidas sexuales “clandestinas”. Si realmente tenemos la esperanza de terminar con esto, necesitamos empezar a capacitar desde el salón de clases.
En segundo lugar, hay una necesidad urgente de que la comunidad internacional invierta y amplíe la investigación. El COVID19 pone de manifiesto cómo la prevalencia más alta de retos en la salud existentes entre la población LGBTQ+, tales como obesidad y cáncer, incrementa la vulnerabilidad de dicha comunidad a enfermedades respiratorias.
Estudios reportan que el abuso de sustancias es también tres veces más alto entre la juventud lesbiana, gay y bisexual que entre los heterosexuales. Una investigación en México vincula el tabaquismo entre estas poblaciones con la violencia que enfrentan.
Sin embargo, hay muchas cosas que aún desconocemos, especialmente en mi región. Un mejor entendimiento de cómo y por qué las comunidades marginadas y vulnerables están en riesgo de desarrollar enfermedades crónicas tendría un impacto al salvar vidas.
Por último, cualquier debate está incompleto sin la inclusión de la salud mental. Sabemos que la ansiedad, la depresión y los trastornos emocionales son frecuentes en la comunidad LGBTQ+. En particular, los miembros bisexuales y la juventud LGBT+ (que tienen más probabilidades de quedarse sin casa) están en riesgo de padecer problemas de salud mental.
Es importante considerar cómo el COVID-19 ha impactado la cobertura y la calidad de los servicios que apoyan la comunidad LGBTQ+, al desviar fondos de ONGs y organizaciones de base. Necesitamos rápidamente proteger y mejorar estos canales de apoyo.
Espero que un día, los sistemas de salud en todas partes reconozcan a esta comunidad como un factor positivo y no como una carga. Cuando se escriba la historia del COVID-19, espero que podamos decir que reconstruimos sistemas basados en la inclusión y equidad. Donde todos los pacientes, sin importar su orientación sexual, perciban una visita al doctor como algo que no se debe temer, o como un lujo que no han tenido que costear.
Este artículo proviene de Action for Global Health UK (AfGH), una prestigiosa red de miembros que reúne a más de 50 organizaciones que trabajan en la salud global.
Lee aquí las recomendaciones de respuesta contra el COVID-19 de AfGH's que hace un llamado al gobierno británico para que proteja, amplíe y mejore los sistemas de salud a nivel mundial.
“En mis propias palabras” es una serie de contenido que promueve y amplifica las voces de activistas que encabezan la lucha contra la pobreza extrema y sus causas de raíz, tanto en sus comunidades como en el mundo. Queremos darle a la gente la oportunidad de contar sus propias historias, sin filtros y con sus propias palabras, porque todos necesitamos ser escuchados para lograr un mundo igualitario y justo para todos.
Traducción: Adam Critchley