Teodora del Carmen Vásquez fue condenada a 30 años de prisión después de haber dado a luz a su bebé muerto en El Salvador, un país donde el aborto está totalmente prohibido. Estuvo más de diez años privada de su libertad, pero transformó el dolor desgarrador y el rencor que podría haberle ocasionado el cruel tratamiento que recibió, en una historia de activismo e inspiración. 

En 2018 Vásquez fue galardonada con el premio sueco de Derechos Humanos Per Anger por su valiente lucha en favor de las mujeres. Hoy preside Mujeres Libres de El Salvador, una organización que empodera a las mujeres para que su historia no se repita, y les brinda la atención necesaria a aquellas que atravesaron su misma situación para que logren reinsertarse socialmente al salir de la cárcel. 

En este artículo en primera persona, Vásquez comparte su historia y dice que haber alzado la voz y luchar sin miedo, fue parte de su camino para alcanzar sus sueños. 


El viernes 13 de julio de 2007 vivía un embarazo deseado y a término. Un viernes 13 que recordaré para siempre. Creo que lo que me tocó vivir fue parte del destino. Estaba embarazada de nueve meses y me preparaba para esperar a mi bebé, a punto de nacer. Yo me encontraba trabajando en la cafetería de una escuela. Era el último día de la semana laboral y me preparaba para el parto el día sábado, y así poder cuidar a mi bebé. Sin embargo ese viernes alrededor de las cinco de la tarde empecé a sentir malestar, un dolor bien fuerte de trabajo de parto. Y como era viernes mis compañeros se iban temprano, por lo que me quedé sola. Y empezaron los dolores. Así es que tuve que quedarme allí porque desde San Salvador hasta mi casa tenía cuatro horas de viaje. 

Mientras sentía dolores de parto, agarré el teléfono y comencé a hacer llamadas a emergencias. Llamé al 911, porque en la agonía solo recordaba ese número, y les pedí una ambulancia. Les expliqué que estaba embarazada, que estaba esperando a mi bebé y que estaba naciendo, que no aguantaba los dolores, que por favor necesitaba que llegaran los médicos urgentemente. No llegaron. Nunca llegaron. Y como no llegaron, mi bebé tuvo que nacer donde yo estaba. Yo tenía un sangrado horrible y me desmayé. 

Según el médico forense que analizó luego el caso, mi bebé no respiró. Había fallecido antes de nacer. La verdad es que jamás se llegó a una determinación de qué fue lo que sucedió. Hasta el día de hoy nunca se determinó la muerte de mi recién nacido. Pero ellos jamás se tomaron la responsabilidad de no haber llegado antes. Ellos son en realidad los culpables de lo que pasó porque a mí nadie me brindó atención médica. 

La pobreza es lo primero que se condena. Por eso, en lugar de ayudarme , me pusieron presa y condenada a 30 años. Si sos pobre no tenés oportunidades. Y si sos mujer y estás sola te va peor. Esta condición la sufren muchas mujeres dentro de mi país acusadas mayormente por aborto, bajo la calificación de homicidio agravado. 

A mi me capturaron ese mismo día 13 de julio. No me llevaron a un hospital. No me llevaron al médico. Los policías me llevaron capturada. Me subieron a un vehículo descapotable, que no estaba cubierto en la parte de atrás, y allí me trasladaron. Llovía, y fui mojándome con la lluvia todo el camino después de haber parido. Me llevaron a una estación policial y ahí me tuvieron cuatro horas. Después de haber parido a mi hija me tuvieron colgada, esposada por las muñecas, maniatada. Me habían atado desde un hierro alto, por lo que estaba todo el tiempo en puntas de pies. Yo no dejaba de sangrar. Me estaba muriendo. No entiendo cómo sobreviví. No entiendo cómo estoy viva. Solo recuerdo escuchar voces. En un momento solo recuerdo a un policía decirle a otro “llevemosla, se está muriendo. Que vaya a morir al hospital”. Y en ese momento, como a las dos de la mañana me llevaron al hospital. Solo recuerdo que había una camilla y allí me acostaron. No me acuerdo de nada más. 

Reaccioné al día siguiente, como a las nueve de la mañana. Cuando abrí los ojos, mi camilla estaba rodeada de medios de comunicación. Los medios estaban alrededor de la cama en la que estaba y estaban ahí para que saliera en la televisión como el caso de una mujer que había matado a su bebé. Mi familia no sabía nada de lo que había pasado. Así se enteró mi familia que estaba detenida. Viendo el noticiero del mediodía. Para ellos fue muy difícil.

Y luego me dieron el alta el mismo día como a las once de la mañana. No me dieron ningún analgésico para el dolor. No me dieron nada. El doctor dijo que me daba el alta porque el espacio de mi cama hospitalaria lo debía ocupar una mujer que sí se lo merecía, no yo. No me encontraba en buenas condiciones de salud. Pero me llevaron nuevamente a la estación policial. Me metieron en una celda con un montón de mujeres. Y cuando vieron que llevaba la cara pálida preguntaron por qué. Un policía les dijo “esta perra mató a su hijo”. Así es que las mujeres ahí adentro me empezaron a golpear. Estuve ocho días sin comer. Mi familia llegaba a traerme comida, pero la policía no me daba de comer. Querían que muriera lentamente.

A los ocho días me llevaron a la cárcel. En la camioneta que me transportaba al penal viajaba conmigo una mujer. Al llegar, esa mujer no tuvo que realizar el fichaje de entrada e ingresó primero. Fue directamente a comentarle a las otras mujeres que yo estaba presa por haber matado a mi bebé. Cuando entré me golpearon casi a muerte. En un momento una de ellas les pidió que dejaran de golpearme porque me iban a matar. Decidieron sacarme del sector y llevarme a un cuarto de aislamiento. Era un cuarto pequeño de 4 x 4 que solo tenía un baño. Un lugar oscuro sin luz y por donde pasaban muchos ratones. Ahí me tuvieron tres meses. A los tres meses me sacaron y la gente ya no se acordaba de mí, ya no se acordaban que me habían golpeado. Así es que comencé a decir que estaba allí por homicidio pero nunca dije por qué tipo de homicidio me habían culpado injustamente. Así fue como sobreviví.

Retrato de Teodora
Image: Paula Rivera para Global Citizen

Cuando llegué a la cárcel estaba muy confundida y muy triste por la muerte de mi hija. Fui viviendo una transición. No podía llorar porque pensaba que si me veían llorar iban a pensar que lloraba de remordimiento por haber matado a mi bebé. Esa era mi manera de sobrevivir. Yo siempre he dicho que no somos víctimas, somos sobrevivientes de un sistema patriarcal que nos ha llevado a la cárcel. No solo a mí, sino a muchísimas mujeres. 

Entonces prácticamente a partir de allí, yo pensé en mis hijos. En mi hija que había perdido y en mi hijo que tenía afuera: tenía que reconstruirme, y tenía que mostrar ese carácter que no había tenido hasta entonces, pues yo era una niña, tenía 22 años. Tenía que forjar mi carácter dentro y empezar de cero. Entonces empecé a involucrarme en los talleres, en la escuela. En la cárcel terminé mi bachillerato. Ahora, en libertad, estoy a punto de graduarme como comunicadora y publicista.

Estando en la cárcel conocí a una organización que se llama Tiempos Nuevos Teatro. Comencé haciendo teatro y luego me propusieron si quería trabajar con ellos, porque me gustaba estar involucrada en leer libros, en empoderar a las mujeres. Realmente comencé mi activismo desde adentro. Luego conocí a mujeres presas acusadas de un delito similar al mío y me di cuenta que la única forma, la única salida, era tomar fuerzas de nosotras mismas, estando unidas. 

Al principio, la discriminación que nos acompañaba era muy fuerte y muchas veces no teníamos acceso a nada. Incluso si íbamos a servirnos la comida a la hora del almuerzo en el penal, otras mujeres que estaban ahí nos la quitaban, porque decían que nosotras merecíamos morir lentamente. Éramos 24 mujeres ahí adentro que estábamos en la cárcel por una situación igual que la mía, pero estábamos muy fuertes, unidas, en un círculo muy bueno. Habíamos decidido luchar juntas para salir adelante.

Pese a tanto dolor y tanta injusticia seguimos adelante. La verdad es que cuando pienso en todo lo que hemos pasado juntas y cómo estamos ahora es muy bonito lo que hemos logrado. La situación te obliga a sacar la leona que llevas dentro. 

Recuperé mi libertad el 15 de febrero de 2018. Después de haber estado condenada a 30 años de prisión, logré mi libertad después de 10 años y 7 meses. Realmente logré salir gracias a la campaña de distintas organizaciones que trabajaron para que nosotras pudiéramos obtener la libertad y por mi buen comportamiento. Me porté bien ahí adentro. Me adapté al espacio y al lugar para lograr sobrevivir. Tuve que aprender a vivir con todo lo malo que me rodeaba pese a no ser culpable de lo que me estaban acusando. 

Siempre supe que aunque yo estaba dentro de la cárcel, la cárcel no estaba dentro de mí. Eso es algo que me separó de la cárcel. Estuve privada de mi libertad, pero al mismo tiempo construía mentalmente una vida aquí afuera, una vida que ahora se está haciendo realidad. 

Salir en libertad es difícil porque es complejo reinsertarse en la sociedad, transitar el estigma social, la falta de integración, la falta de oportunidades. 

Mi primer día de libertad fue duro, triste, difícil. Había estado privada de mi libertad; pero tenía un grupo de mujeres con el que estaba trabajando. Quería salir; pero estaba partida en dos, porque me daba mucha tristeza dejar al resto de las mujeres allí dentro. Tenía que nivelarlo todo. Pensar en las mujeres que estaban adentro y pensar en mi familia. El día que volví a ser libre fui muy feliz porque me encontré con mi hijo, mis padres, mis hermanos y sobrinos. Somos una familia grandísima, tengo 11 hermanos, y todos estaban ahí. Pero también tenía miedo por el futuro y no sabía por dónde empezar. 

El espacio de trabajo de Teodora

El espacio de trabajo de Teodora
El espacio de trabajo de Teodora, en la sede de Mujeres Libres.
Paula Rivera para Global Citizen

Texto del libro de psicología

Texto del libro de psicología
Texto del libro de psicología que se encuentra leyendo Teodora en la actualidad.
Paula Rivera para Global Citizen

Al salir, inmediatamente entró la luz a mi vida. Siento que cada cosa se ha ido poniendo en mi camino para ayudarme. La misma organización que me estaba apoyando ahí adentro, Tiempos Nuevos Teatro, llegaron a darme la bienvenida y me ofrecieron trabajo y un sueldo. Empecé cuatro días después. 

Además, apenas salí me puse a estudiar e ingresé en la universidad, porque el estudio académico dentro de la cárcel no es lo mismo que estando afuera. Fue un impulso que tuve y que me llevó a meterme a la universidad a los 35 años. 

También les prometí a mis compañeras que iba a trabajar para que ellas recuperaran su libertad. Me llena de orgullo todo el trabajo realizado porque conocí a 24 mujeres que estuvieron encarceladas por un delito similar al mío, y hoy las 24 están libres. Además, al día de hoy ya son 65 mujeres que han sido liberadas.  

Ese mismo año  que quedé en libertad comencé a trabajar en el proyecto de lo que hoy es Mujeres Libres de El Salvador. Comenzamos como un colectivo de mujeres y este 2022 nos han otorgado la personería jurídica y ya somos una organización legalmente constituída. 

El primer paso para comenzar fue unirnos. Al salir de la cárcel me encontraba muy sola y por eso comencé a buscar en las redes sociales y a contactar a las mujeres que había conocido en prisión y habían salido antes que yo, para comenzar el proyecto, organizarnos. Me iba hasta sus casas, que están en El Salvador, a conquistarlas para que hiciéramos algo juntas, que pensáramos un proyecto juntas. Fue un trabajo que duró desde febrero hasta septiembre. Para el 1 de septiembre ya había logrado juntar a 16 mujeres. Todas, mujeres que estuvimos presas por emergencias obstétricas. Y ahí comenzamos a construir un proyecto juntas.

Después alguien me dijo que había una casa grande sin habitantes y podían dármela en alquiler. Yo no tenía ni un centavo, pero gracias al esfuerzo de muchos contactos y mis compañeras, logramos que nos dieran la casa en alquiler y la amueblamos. Ahora vivimos ahí, en una casa que tiene ocho habitaciones y una habitación grande donde albergamos a las mujeres que van saliendo de la cárcel, que no tienen familia o dónde ir. 

Nuestro proyecto tiene diversos pilares: el primer componente es la salud, porque cuando uno sale de la cárcel la salud es prioritaria, ya que no recibimos un control allí adentro, y con todas las dificultades que se viven, salimos enfermas. El segundo es el acompañamiento psicológico. El tercero es el jurídico para dar seguimiento a las mujeres que siguen con un proceso abierto. El cuarto son becas para que puedan estudiar, el quinto el laboral, y el sexto el de la vivienda, que es esta casa.

Teodora describe como en la fotografía, hay mujeres que fueron vícitimas del sistema judicial, todas por el mismo delito. Actualmente todas están libres a excepción de una, a quien se le está dando seguimiento de su caso.
Image: Paula Rivera para Global Citizen

Hemos construido estos seis pilares a raíz de cada necesidad que las mujeres han manifestado durante todo el proyecto. Y poco a poco hemos ido cubriendo todas esas necesidades, dentro de lo que se encuentra a nuestro alcance. Lo importante ha sido ver cómo las mujeres se van empoderando, van hablando sobre sus derechos, van aprendiendo cosas, algunas ya están estudiando en la universidad, algunas se han recibido de enfermeras, tenemos licenciadas en turismo, derecho, profesoras, comunicadoras. 

Ha costado bastante; pero cada una de mis compañeras ha puesto un gran esfuerzo y un empeño en creer en los proyectos y en decir que sí. Hay que animarse. No es lo mismo que alguien hable por ti a que tú misma digas directamente cómo te sientes. 

Hay que luchar, hay que hablar. Me llena de satisfacción el ver que somos muchas mujeres juntas las que estamos impulsando el cambio. Somos muchas organizaciones de El Salvador y cada una hace su trabajo desde su propio espacio. Cada quien se ocupa de lo suyo. Algunas organizaciones luchan por la aprobación del aborto, otras por la reivindicación de derechos. Y la principal razón es que juntas vamos a lograr que este sistema judicial pueda tener un cambio y que las mujeres no vayan más a la cárcel. Nosotras como Mujeres Libres de El Salvador nuestro slogan es: “para que nuestra historia no se repita en las generaciones futuras”. Debemos divulgar lo que nos ha pasado para evitar que otras mujeres vayan a prisión y no vivan lo que nos ha tocado vivir. Tal vez nuestros ojos no vayan a ver el cambio porque es un trabajo a largo plazo, pero estamos sembrando la semilla de ese futuro que queremos ver. 

Mujeres Libres

Mujeres Libres
Cortesía de Teodora del Carmen Vásquez

Mujeres Libres

Mujeres Libres
Cortesía de Teodora del Carmen Vásquez

Juntas estamos comprometidas a seguir hablando de nuestra historia, y de la lucha por la libertad de nuestras compañeras que continúan presas. También hemos filmado la película “Nuestra Libertad”, un documental que muestra las injusticias que se han cometido con las mujeres y que ya ha sido proyectado en 57 festivales. En El Salvador han querido censurarlo, pero el Ministerio de la Gobernación lo aprobó y hemos logrado que sea proyectado. 

Estando libres hemos recibido muchas amenazas, en especial por parte de grupos pro vida. La cárcel es dura y difícil, pero al salir seguís siendo condenada porque el estigma social te persigue. Comenzás a ser objeto de toda violencia. Si buscás trabajo nadie te lo da. Si querés hacer un trámite y saben que has estado privada de tu libertad, no te dan oportunidades. En la actualidad se ha vuelto más complicado, ya que hemos estado presas por emergencias obstétricas y el estigma social que se vive en las redes sociales, la discriminación, el maltrato psicológico nos ha afectado muchísimo. Muchas mujeres no quieren salir a la luz, por miedo a represalias, a lo que se dice de ellas en las redes sociales. Es por eso que en nuestra asociación brindamos apoyo de tratamiento psicológico. Nosotras no estuvimos presas por un delito que cometimos, estuvimos presas por la negligencia del sistema de salud del estado salvadoreño y por eso llegamos a la cárcel y ahora corremos peligro. 

Como consecuencia de las amenazas y la persecución que hemos tenido por parte de las organizaciones pro vida me han dado muchas ofertas de asilo para irme a otro país con mi hijo de 19 años, pero yo no puedo irme y dejar el problema aquí. No voy a dejar este problema para las mujeres. Si enfrentamos el problema lo enfrentaremos juntas. 

La sociedad de El Salvador es extremadamente conservadora. Antes de que yo llegara a la cárcel no se hablaba de estos temas. Yo no tenía conocimientos de que las mujeres podían ir presas por haber cometido un aborto. Era una joven muy simple, trabajaba, me dedicaba a la familia y eso era todo. No sabía lo que pasaba en el país. No sabía cuál era la metodología que se usaba en ese entorno en ese momento. Me di cuenta cuando fuí yo la víctima, cuando era yo la que estaba pasando por una situación como esa. Ahí comencé a entender la lucha y la perseverancia de todas las personas que se han unido a luchar por los derechos de las mujeres. 

En El Salvador se condena la pobreza. Ninguna mujer que tenga dinero va a la cárcel por una emergencia obstétrica o por un aborto. La mayoría que se practica un aborto intencionalmente, se va a realizarlo a otro país o va a una clínica clandestina porque por supuesto que hay clinicas que practican el aborto y no pasa nada. Pero una mujer pobre con un embarazo a término o un aborto espontáneo terminamos presas y tenemos que confiar en el sistema público.

Teodora muestra una fotografía del primer cumpleaños de su hijo. Actualmente él tiene 19 años.
Image: Paula Rivera para Global Citizen

Trabajar por la reivindicación de nuestros derechos es muy difícil en El Salvador. Aún así lo estamos consiguiendo. Ahora mismo en el estado salvadoreño y desde el órgano ejecutivo no se habla del tema; pero hay algo que a mi me da luz verde y me da esperanza: estuvimos presas por emergencias obstétricas, pero hemos logrado constituirnos como una organización legalmente y el Ministerio de Gobernación lo ha firmado aprobando que sí haya una organización como esta. Si la situación estuviera tan difícil como antes no hubiera sido aprobada nuestra organización. Este es un avance que estamos dando. Poco a poco todo el esfuerzo que hemos estado haciendo todas y cada una de las organizaciones tanto nacionales, como internacionales han logrado un cambio en la sociedad. Incluso brindamos talleres sobre derechos sexuales y reproductivos para que las mujeres sepan cuáles son sus derechos.

Quiero que se conozca mi historia. Sí hay una forma de poder cambiar el mundo si uno habla. Quiero que las mujeres sepan que después de la cárcel también hay esperanza. No hay una forma de volver el tiempo atrás, pero unirnos nos ha dado oportunidades y nos empodera. Las mujeres tenemos que abrir puertas, abrirnos caminos para poder pasar. 

Aunque estoy libre, aún me siento en el proceso de reinserción porque hay cosas que todavía son difíciles. Tengo una carrera universitaria, he sido ganadora de diferentes premios por todo mi trabajo y por la lucha de perseverancia que se ha hecho. Me da mucha esperanza la oportunidad de tener una organización legalmente constituida, ya que eso nos abre puertas. Pero aún hay mucho por hacer y uno de mis objetivos más grandes es que ellas puedan tener una forma de sobrevivir y que sean independientes. La independencia de cada mujer es lo que a mi me interesa. Lograr que no sean 25 mujeres libres, sino que las 65 mujeres tengan un apoyo moral, psicológico;  pero también laboral dentro del espacio de Mujeres Libres. Ese es uno de los sueños y objetivos y continuaré trabajando para alcanzarlo. 


Contado a Erica Sánchez; editado y condensado para mayor claridad.

La serie 2022 de En mis propias palabras ha sido posible gracias a la financiación de la Fundación Ford.

In My Own Words

Exige igualdad

“Fui a la cárcel por una emergencia obstétrica y ahora lucho por los derechos de las mujeres para que mi historia no se repita”

Por Teodora del Carmen Vásquez