Por Fabio Teixeira
Traducción Erica Sánchez
SAO PAULO, 15 de mayo (Fundación Thomson Reuters) - Cuando Valeria Rodrigues acompaña a la policía brasileña en las incursiones de la madrugada para rescatar a las mujeres transgénero traficadas hacia la prostitución, va armada con bocadillos: chocolate, pan, trozos de fruta.
Como ex trabajadora sexual, esta mujer transgénero de 39 años sabe que las víctimas que encuentre estarán cansadas y hambrientas después de una noche en las calles.
Ella también habla su idioma, Pajuba, una mezcla de portugués, yoruba y otros idiomas africanos utilizados por las brasileñas transgénero para comunicarse sin que otros entiendan.
"Decidí hablarlo para que estuvieran más cómodas", le dijo Rodrigues a la Fundación Thomson Reuters cuando recordó su primera redada policial en agosto pasado.
"Les dije estoy contigo, soy como tú y fue ahí cuando se sintieron representadas”.
La participación de Rodrigues es parte de una nueva estrategia iniciada por los fiscales federales y laborales de llevar a ex trabajadoras transgénero en redadas para ayudar a las víctimas y darles la confianza que necesitan para dejar a sus proxenetas.
Los activistas por los derechos LGBTQ dicen que las mujeres trans a menudo desconfían de la policía y se sienten marginadas por la sociedad, lo que las convierte en presas fáciles para los abusadores.
Muchas son obligadas a abandonar sus hogares y terminan en burdeles y pensiones, trabajando en condiciones de esclavitud.
Alana, a trans victim of sex trafficking, sits in Instituto Nice's offices, the non-profit that helped with her rescue, in the greater Sao Paulo area, Brazil, April 29, 2019.
Alana, a trans victim of sex trafficking, sits in Instituto Nice's offices, the non-profit that helped with her rescue, in the greater Sao Paulo area, Brazil, April 29, 2019.
Los intentos de rescate pueden ser difíciles porque algunos temen quedarse sin hogar o detenidas, aunque la prostitución no sea un delito en Brasil.
"Si Rodrigues no estaba allí, la investigación criminal continuaría igual, pero no podríamos rescatar a las víctimas", dijo la fiscal federal Sabrina Menegario.
"Para mí es indispensable tener una persona transgénero como parte del equipo".
Discriminación
Brasil es el país más peligroso del mundo para ser transgénero, según el proyecto Trans Murder Monitoring, con al menos 167 personas muertas en 2017.
Las brasileñas transgénero también sufren de prejuicios y discriminación derivados de actitudes sociales conservadoras en un país principalmente cristiano.
El presidente Jair Bolsonaro, un autoproclamado "orgulloso homófobo", ha hablado en repetidas ocasiones contra las personas LGBTQ.
Rodrigues fue expulsada de su casa familiar en Sao Paulo después de salir a las calles como transgénero cuando tenía unos 16 años.
Sin educación formal, ella se ganaba la vida como prostituta antes de convertirse en peluquera. El punto de inflexión se produjo en 2015, cuando pudo volver a insertarse en el sistema educativo con la ayuda de un programa que la ciudad de Sao Paulo organizó para mujeres trans.
"Tuvimos clases sobre derechos humanos, que eran esenciales para mi educación", dijo Rodrigues. "Aprendí mucho sobre los derechos internacionales de las personas transgénero".
Luego estableció la organización benéfica que ahora dirige para ayudar a las mujeres trans que escaparon de relaciones abusivas con sus proxenetas, y su nombre fue mencionado cuando los fiscales comenzaron a buscar consultores para ayudar en las operaciones de rescate.
Su función es la de hablar con las víctimas y asegurarse de que se respeten sus derechos.
Pero ella proporciona mucho más que apoyo moral.
Siete de las 13 mujeres trans rescatadas en la primera redada a la que asistió el año pasado fueron a un refugio administrado por su organización benéfica, el Instituto Nice.
La siguiente operación a la que asistió en marzo también incluyó una inspección de trabajo transgénero y llevó al rescate de 17 víctimas, tres de las cuales fueron al refugio.
Además de proporcionar un lugar para quedarse, el Instituto Nice ayuda a las mujeres a modificar sus certificados de nacimiento para reflejar su nuevo género y nombre, y ofrece cursos que les enseñan habilidades laborales.
En el refugio, las ex trabajadoras sexuales le dijeron a la Fundación Thomson Reuters que muchos proxenetas ofrecían alojamiento por una tarifa diaria, con algunas reglas obligatorias que de no cumplirse eran pagadas con multas, lo que las obligaba a endeudarse.
Las que no podían pagar corrían el riesgo de ser golpeadas, pasar hambre u obligadas a prostituirse.
Julia, a trans woman victim of sex trafficking, sits outside a government building in the greater Sao Paulo area, in Brazil, April 30, 2019.
Julia, a trans woman victim of sex trafficking, sits outside a government building in the greater Sao Paulo area, in Brazil, April 30, 2019.
Muchas temían irse sin pagar sus deudas, o sentían una conexión emocional con sus abusadores, dijo Larissa Raniel, quien trabaja como consultora para el Instituto Nice y también ha participado en redadas policiales.
Por ejemplo, una mujer trans que fue encontrada acostada en un colchón en el piso dijo que era VIH positiva, pero que no se iría con su deuda sin pagar.
"Estaba tan delgada", dijo Raniel. "Ella tenía que realizar un tratamiento con medicación, pero no la tomaba todos los días".
Mirando hacia el futuro
Los traficantes también atraen a las mujeres trans prometiéndoles ayuda con una cirugía de cambio de sexo, y luego les cobran por procedimientos ilegales y riesgosos, lo que las empuja más a endeudarse.
Julia, no es su nombre real, se encontraba entre las rescatadas en la primera operación de Rodrigues el año pasado.
Esta joven de 20 años acumuló deudas de 4,000 reales ($1,000) en los meses que pasó con un proxeneta abusivo a quien aceptó pagarle cinco litros de silicona de grado industrial para cambiar su forma. Un litro del producto, no apto para uso médico, se puede comprar por unos 50 reales.
"Tendría que seguir trabajando allí durante años y años para devolver el dinero", dijo Julia, quien fue rescatada antes de que se llevara a cabo el procedimiento. Ahora tiene un seguro de trabajo y salud regular, y ha comenzado a someterse a un tratamiento hormonal.
Las sobrevivientes rescatadas en la redada de marzo aún no han encontrado un trabajo estable, aunque Alana, de 19 años, se presentó como anfitriona durante un evento LGBTQ realizado por el Consulado de España en Sao Paulo el mes pasado.
Ahora mira hacia el futuro y espera ir a la universidad para estudiar psicología.
"Me gusta tratar de ayudar a las personas con palabras", dijo. "Si me escuchan o no, depende de ellos".
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