A nivel mundial, existen más de 500 millones de pequeñas empresas agrícolas, en las que trabajan más de mil millones de personas que cultivan frutas y verduras y crían animales para producir los alimentos que terminan proporcionando la mitad de las calorías del mundo.
Al prevenir el hambre y generar actividad económica, estos agricultores crean las condiciones para que las comunidades prosperen. Sin embargo, la agricultura es una profesión ardua que se vuelve aún más desafiante por los efectos, cada vez mayores, del cambio climático.
Cada año, los agricultores, especialmente los de los países en desarrollo, luchan por maximizar sus cosechas y obtener ganancias. Varios años malos continuos pueden arruinar a un agricultor y obligarlo a vender sus posesiones, incluso su tierra, una tragedia que puede repercutir en el exterior al privar a las comunidades de una fuente clave de alimentos.
Las difíciles posibilidades de éxito en la agricultura han disuadido a millones de jóvenes de ingresar al campo. En un momento en que los países necesitan generar más alimentos (debido al crecimiento de la población) en tierras menos fértiles (debido al cambio climático y las prácticas agrícolas insostenibles), el sistema alimentario no puede permitirse perder por igual a empresarios, innovadores o jornaleros.
Los países tampoco pueden permitirse el lujo de mantener el status quo de pobreza e inseguridad alimentaria que impide que los agricultores hagan más que sobrevivir año tras año, rezando para que un huracán fuerte o una sequía persistente no arruine su forma de vida.
Los costos para toda la sociedad son simplemente demasiado altos para ser ignorados.
En cambio, los gobiernos deberían transformar el sistema de alimentación mundial invirtiendo en los pequeños agricultores, hacerlo ayudaría a los países a vencer el hambre y la pobreza, mientras defienden el planeta contra el cambio climático, señala el Ban Ki-moon Centre for Global Citizens, socio de Global Citizen en la campaña para defender a los pequeños agricultores, la acción climática y la seguridad alimentaria.
En realidad, el financiamiento para los agricultores se paga solo: cada dólar invertido en investigación agrícola por instituciones como el Consultative Group on International Agricultural Research (CGIAR) genera $6 dólares o más en beneficios, como un aumento de los ingresos de los agricultores y mejores resultados de salud y educación para los miembros de la comunidad.
Pero actualmente hay una brecha de financiamiento anual de cientos de miles de millones de dólares, agravada por la pandemia de COVID-19, para todo, desde la asistencia técnica hasta el desarrollo del mercado y la resiliencia frente al cambio climático.
La falta de financiamiento para la adaptación climática es representativa de la forma en que los países pasan por alto a los pequeños agricultores en general. Los investigadores estiman que los agricultores de los países en desarrollo necesitan $240 mil millones de dólares al año para hacer frente a las sequías, las inundaciones, el aumento de las temperaturas y más, pero recibieron solo $ 10 mil millones en 2018. Esta brecha de financiación no solo interfiere con la capacidad de los agricultores para ganarse la vida, también amenaza la seguridad alimentaria mundial.
Los agricultores son esenciales para el bienestar de todas las comunidades. El trabajo que hacen removiendo y regando la tierra contribuye a comunidades enteras: ayudando a las mujeres embarazadas a mantenerse saludables, a los niños a prosperar en la escuela y a los adultos a seguir carreras significativas. Al aumentar y mejorar la asistencia financiera para la agricultura en pequeña escala, los gobiernos y los grupos de ayuda internacional pueden, en última instancia, crear una nueva generación de agricultores capaces de asumir los extraordinarios desafíos que se avecinan.
¿Qué puede conseguir el financiamiento?
El financiamiento de la agricultura en pequeña escala se realiza a nivel estructural y personal. Ambas formas tienen la capacidad de transformar las perspectivas de los pequeños agricultores aparentemente, de la noche a la mañana.
El financiamiento estructural comprende inversiones en la creación de políticas coherentes y habilitantes, la construcción de infraestructura (carreteras, suministros de agua, sistemas eléctricos), el fortalecimiento de las cadenas de suministro y cualquier otra cosa que afecte a poblaciones más amplias.
En Ruanda, CGIAR desarrolló un sistema de alerta temprana de riesgo climático que permite a los agricultores anticipar y prepararse para las alteraciones ambientales.
En el sur de Nigeria, CGIAR está trabajando con el Institute of Tropical Agriculture para identificar y desarrollar variedades de maíz que puedan resistir el ataque del gusano cogollero, una plaga que causa hasta 6 mil millones de dólares en pérdidas de cultivos en África cada año. Al introducir variedades de maíz más resistentes, los pequeños agricultores obtendrán cosechas más fiables, un resultado que se ha confirmado en otras partes del mundo donde los cultivos desarrollados por CGIAR han prosperado.
El financiamiento personal, por otro lado, incluye los préstamos y subvenciones que permiten a los agricultores comprar lo que necesitan para tener éxito: semillas, herramientas, máquinas, tecnología, refrigeradores, etc.
Debido a las crecientes presiones del cambio climático, el CGIAR distribuyó semillas de maní más resistentes a los agricultores del norte de Nigeria. En un año, los agricultores ampliaron enormemente sus cosechas y pudieron ir más allá de la agricultura de subsistencia para obtener más ingresos.
CGIAR realizó inversiones similares en Kenia. Cuando una sequía prolongada amenazó el sustento de los agricultores, la organización construyó invernaderos e introdujo nuevas técnicas de riego para ayudar a los agricultores a hacer frente a la nueva normalidad de menos lluvia.
Para Manguberdi Mahmud, un préstamo le permitió finalmente superar las pérdidas anuales que enfrentó en Uzbekistán debido al alto índice de putrefacción de los cultivos. ¿Qué cambió su destino? Una instalación de almacenamiento refrigerado, que anteriormente no podía pagar porque resultaba demasiado cara, y que ahora le permite que su cosecha se mantenga fresca. Las ganancias que obtuvo tan solo en el primer año le permitieron pagar el préstamo, expandir su negocio y contratar más empleados.
Este tipo de financiamiento parece mágico, con pequeñas inversiones que se multiplican rápidamente en un crecimiento económico generalizado. Pero a pesar del claro retorno de la inversión, las oportunidades de financiamiento siguen siendo escasas para los pequeños agricultores en los países en desarrollo, especialmente para aquellos que trabajan en áreas remotas comúnmente conocidas como la “última milla” del desarrollo humanitario. Por cada agricultor que obtiene acceso a financiamientos, muchos otros luchan de forma aislada.
Llegar a estos agricultores requiere que los gobiernos trabajen en estrecha colaboración con organizaciones como el CGIAR y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) que están ayudando a liberar el potencial de las comunidades rurales.
¿Por qué es necesario un mayor financiamiento agrícola?
Más de dos tercios de los aproximadamente 700 millones de personas en pobreza extrema --que viven con menos de 1.90 dólares al día-- habitan en áreas rurales que a menudo tienen pocos servicios gubernamentales, como atención médica e infraestructura pública, como carreteras y electricidad. Como resultado, los agricultores de estas áreas a menudo se dedican a la agricultura de subsistencia, cultivando lo suficiente para que sus familias puedan comer.
Además de evitar que salgan de los ciclos de pobreza, la escasez de financiamiento accesible aumenta los riesgos intrínsecos de la agricultura, especialmente en un clima que empeora. Mientras que los agricultores de los países ricos a menudo tienen seguros para cubrir las malas cosechas, subsidios para absorber las fluctuaciones de precios y dominar la competencia mundial, además de otras aportaciones de apoyo en efectivo, los agricultores rurales de los países en desarrollo suelen estar solos.
Quedar abandonados así los deja expuestos a los devastadores impactos de crisis como la pandemia de COVID-19 y el cambio climático.
Los cierres de toda la sociedad durante la pandemia han provocado escasez de mano de obra agrícola, alzas en los precios de los alimentos, carencia de alimentos y mayores tasas de pobreza. Debido a que la agricultura se lleva a cabo de acuerdo con periodos de tiempo estrictos, estas interrupciones podrían durar varios años.
Agencias de la ONU, junto con otros grupos humanitarios, han intervenido para apoyar a las comunidades agrícolas con flujos de efectivo, préstamos y asistencia alimentaria, pero se necesitarán muchos más fondos para ayudarlos a que se recuperen a niveles prepandémicos.
Por otro lado, la crisis climática, tiene el potencial de dañar hasta el 20% de la producción mundial de cultivos para el año 2050, al tiempo que hace mucho más difícil continuar cultivando en ciertas áreas propensas a sequías e inundaciones y expone a las comunidades a desastres naturales extremos.
Cuando el huracán Idai azotó el sur de África en 2019, se estima que 700,000 hectáreas de cultivos fueron destruidas solo en Mozambique, un país en el que el 80% de las personas, dependen de la agricultura para su sustento. En los meses posteriores, las tasas de hambre y de inanición se dispararon.
Desastres como estos aumentarán a medida que aumenten las temperaturas globales. Equipar a los agricultores con recursos como semillas resistentes a la sequía y las inundaciones puede protegerlos contra las interrupciones que se avecinan.
Al mismo tiempo, la pérdida de biodiversidad debido al uso intensivo de productos químicos en la agricultura industrial ha disminuido la fertilidad del suelo y ha mermado su capacidad para absorber gases de efecto invernadero. Al apoyar a los agricultores que priorizan la salud del suelo, se pueden crear sumideros de carbono en todo el mundo que pueden ayudar a los países en la carrera por lograr cero emisiones.
¿Cómo puede el financiamiento llegar mejor a los agricultores?
Hay causas interconectadas por las que los gobiernos descuidan a los pequeños agricultores en los países en desarrollo: los agricultores a menudo carecen de poder político; pero a pesar de todas las dificultades que enfrentan se las ingenian para producir alimentos, por lo que los políticos no ven la necesidad de ayudarlos; y, cuando los políticos asignan presupuesto a prioridades, aparentemente, más urgentes, no quedan recursos para los agricultores. Este fenómeno de reducción del presupuesto se ha vuelto aún más despiadado en medio del COVID-19 a medida que los ingresos fiscales se desplomaron en todo el mundo.
También existe una grave falta de datos sobre las necesidades específicas de los agricultores y la evolución de las condiciones ambientales. Sin datos que ayuden a defender su caso en los gastos presupuestarios, el dinero a menudo no se desembolsa. Organizaciones como CGIAR están trabajando para destacar los problemas y oportunidades que enfrentan los agricultores con el fin de desbloquear recursos.
Luego, está la cuestión de asegurar que los fondos lleguen realmente a los agricultores. Muchos gobiernos son reacios a simplemente entregar dinero a sus ciudadanos y no han establecido suficientes procedimientos para entregar, administrar y dar seguimiento al microfinanciamiento, transferencias de efectivo condicionadas y otros medios de apoyo aprobados.
Históricamente, el financiamiento ha llegado a los agricultores de dos maneras: a través de inversiones gubernamentales o microfinanciamiento privado. Si bien los organismos de las Naciones Unidas han trabajado para mejorar las vías de financiamientos, muchos agricultores siguen atrapados en préstamos predatorios que destruyen sus perspectivas financieras. Esfuerzos como la Iniciativa Missing Middle promueven las cooperativas de trabajadores como una opción de financiamiento para que los agricultores puedan confiar en redes de vecinos y pares en lugar de usureros inescrupulosos.
Hay indicios de que los esfuerzos de incidencia política, junto con los claros beneficios de la inversión agrícola, están marcando una diferencia. En 2019, el Banco Mundial informó que 47 países aprobaron reformas diseñadas para facilitar el acceso al financiamiento y mejorar las condiciones del mercado para los agricultores.
"Aumentar la productividad agrícola de manera sostenible es una prioridad en la carrera por arreglar los sistemas alimentarios, de modo que los agricultores puedan producir alimentos de mayor calidad, alimentar a poblaciones en crecimiento y mejorar sus medios de vida, al tiempo que se reduce el impacto de la agricultura en el clima y los recursos naturales", dijo en un comunicado, Martien Van Nieuwkoop, director global de agricultura y alimentación del Banco Mundial. "La operación eficiente de los actores a lo largo de la cadena alimentaria también facilita la productividad de los agricultores y la venta de alimentos de calidad, al tiempo que evita la pérdida y el desperdicio de alimentos".
A medida que las vacunas contra el COVID-19 estén más disponibles en todo el mundo y los países comiencen a "recuperarse un poco" de la pandemia, la era de la agricultura industrial debe dar paso a sistemas alimentarios gestionados localmente y de forma sostenible dirigidos por pequeños agricultores.
No es una exageración decir que los pequeños agricultores tienen la clave para acabar con el hambre y la pobreza, y proteger al planeta.
Bountifield, un grupo que promueve sistemas alimentarios sólidos en África, señala que los pequeños agricultores producen más alimentos por acre de tierra que las granjas industriales; participan en formas de agricultura regenerativa que promueve la salud del suelo y los ecosistemas; invierten en sus comunidades; e impulsan el crecimiento económico local.
Pero las posibilidades inversas de aumento del hambre y la pobreza, la degradación ambiental y el empeoramiento de la desigualdad pueden ocurrir si los países no realizan las inversiones necesarias. En particular, los 38 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) tienen la oportunidad de garantizar una acción climática eficaz y seguridad alimentaria sólida mediante el aumento de la ayuda exterior para el desarrollo con fines de adaptación agrícola.
El mundo se encuentra en una encrucijada: ahora es el momento de poner todo el peso del desarrollo mundial detrás de las personas que ponen comida en todas nuestras mesas.